Había una hilera de faroles en el puente, así que estaba bastante iluminado y la reconocí al instante. Tenía el celular en la mano y miraba para todos lados, como si no supiera si esperaba a Mateo o a alguien más.
Qué raro. ¿No debería haber llegado ya?
La curiosidad y la preocupación me ganaron. No quería aparecer de golpe y que Camila me viera, porque tal vez Mateo tenía algo planeado y yo iba a echarlo todo a perder. Me agaché detrás de un árbol enorme y me quedé observándola.
El viento del río podía cortar la piel de lo helado que estaba. Me subí la capucha hasta taparme bien y me cubrí la boca y la nariz con la bufanda, tratando de aguantar un rato más el frío.
Camila ya estaba que se subía por las paredes. Caminaba de un lado a otro del puente, nerviosa. Se había esforzado demasiado para verse bien: en pleno invierno, con una falda cortísima y un top ajustado. De lejos se veía provocativa, pero el frío debía estar matándola. Se abrazaba a sí misma mientras temblaba como una hoja.