La ventisca se fue calmando poco a poco. En medio de ese silencio, su voz grave me arrullaba como una canción de cuna. Sin darme cuenta, caí rendida.
No tengo idea de cuánto tiempo pasó. Una pesadilla me sacudió y desperté, agitada. Busqué a mi lado: Mateo había desaparecido. Prendí la luz de la mesita y revisé por todos lados, pero el baño también estaba vacío. Agarré el celular para ver la hora: ya pasaba de la medianoche.
Seguro está en el estudio, pensé. Me puse una chaqueta y fui a buscarlo.
Todo oscuro, nadie.
Fui hasta el cuarto de los niños, pensando que tal vez había ido a verlos dormir. Nada.
¿A dónde diablos se fue a estas horas con semejante nevada?
Un escalofrío me recorrió cuando recordé lo que había dicho durante el día: "va a desaparecer de este mundo". No puede ser que...
Le marqué varias veces, pero no contestaba. El pánico empezó a treparse por mi garganta. En ese momento me llegó un mensaje: era de Camila. Me mandó una captura de pantalla y, junto a la imagen, esc