Cuando llegué, la mamá de Alan, Chloe, estaba sentada en el sofá, secándose las lágrimas.
Cuando me vio, reaccionó rápido y me sonrió:
—Aurora, qué bueno que viniste. Preparé una sopa, voy a traerte un plato.
Ella se levantó para ir a la cocina, pero la detuve al instante:
—Señora, no se preocupe por eso ahora; Alan me llamó y dijo que quería hablar conmigo. Voy a subir a verlo primero.
Cuando mencioné a Alan, a Chloe se le llenó la cara de dolor.
Se limpió las lágrimas y, casi sin voz, dijo:
—Alan sufrió tanto desde niño. La familia nunca lo trató bien. Por fin empezó a mejorar junto a Mateo, conoció a una mujer que amaba y ya iba a ser feliz... pero esto...
Le di unas palmaditas en el hombro para consolarla:
—Se va a poner bien. Todo se va a arreglar.
Ella respondió, sollozando:
—Si supieras cómo está Alan últimamente. Se queda día y noche junto a la cama, mirándola, no come ni duerme, casi no habla. Cambió tanto que temo que no aguante. Y Valerie... qué vida tan injusta. Una muchac