—¿Y de qué nos sirve que acabes con tu miserable vida? ¿No ves que ya es tarde? —grité entre sollozos— Yo solo quiero a Valerie, solo quiero que viva.
Me dejé caer y me cubrí la cara con las manos, llorando con un dolor que me partía el alma.
—Decías que yo era tu querida hermana, que Valerie era tu mejor amiga. Juraste protegernos toda la vida. Pero mírate, ¿qué hiciste por culpa de Camila? Ella no se preocupa por ti. Te usó, te metió en su plan y además fue la que mató a nuestra madre. ¿Por qué la sigues defendiendo? —tomé un suspiro— Carlos, de verdad, el que debería morir eres tú. ¡Tú!
La desesperación y la tristeza me ahogaban. Me ardía el pecho y sentía que no podía respirar.
Empecé a jadear, tambaleándome.
—Aurora... —Carlos se acercó, apurado.
Pero enseguida Mateo lo apartó y me abrazó.
—Si solo viniste a decir cosas que nadie quiere oír —dijo con voz seria— y no piensas reparar nada, entonces vete. Lo que Aurora necesita no son disculpas vacías. Ayuda a limpiar el nombre de Va