Cuando caí, Mateo me sostuvo a tiempo.
En el último instante antes de perder la conciencia, escuché cómo me hablaba con desesperación.
Luego, me encontré en un sueño.
Un sueño largo, lleno de colores.
Recuerdo un campo enorme de flores, bajo un cielo azul brillante, tan bonito que parecía sacado de un cuento de hadas.
La luz dorada de primavera bañaba los pétalos; parecía como si todo tuviera miel encima.
El viento suave transportaba la fragancia dulce de las flores.
Valerie llevaba un vestido de novia blanco. Caminaba descalza sobre el césped húmedo y el borde del vestido ondeaba como las alas de una mariposa.
Alan la abrazaba por la cintura desde atrás y le susurraba palabras de amor al oído.
Valerie se sonrojaba y su sonrisa radiante se reflejaba en la camisa blanca de Alan.
Detrás de ellos, el mar de flores era una explosión de colores.
Parecía un cuadro de Monet.
De repente, Valerie me hizo señas con la mano.
—Aurorita, vengan, tomemos una foto los cuatro juntos.
Mateo me sonrió c