La asistente de Valerie y los guardaespaldas que Alan contrató ya nos esperaban frente al hotel.
En cuanto bajamos del auto, se acercaron de inmediato para recibirnos.
Miré el reloj. Ya pasaban de las siete, así que la fiesta debía haber empezado.
Los guardaespaldas se adelantaron de inmediato para abrirnos paso.
La entrada del hotel estaba llena de gente: fans, periodistas y cámaras por todos lados.
Los gritos del público se mezclaban con los destellos de los flashes y el clic incesante de las cámaras.
Valerie, con tacones altos, caminaba con elegancia.
Usaba un vestido de corte princesa, con estampado floral estilo Monet, cubierto de destellos plateados que brillaban bajo los candelabros.
Entre su cabello se movían suavemente unas borlas que devolvían la luz con un brillo casi mágico.
Sonreía tranquila y levantaba la mano para saludar a los fans.
Yo caminaba detrás, mirándola en silencio.
Y por primera vez entendí que hay personas que de verdad pueden brillar.
En ese momento, Valerie