Mateo me envolvió por completo entre sus brazos.
En medio del viento frío y la lluvia, sus labios cálidos me llegaban al alma.
Podía sentir, a través de sus besos, su tristeza y lo mucho que se había contenido.
Entonces, ¿qué se suponía que era esto? ¿Un beso intenso luego la frase de "no somos compatibles, mejor separarnos, es lo mejor para los dos"?
Con ese pensamiento, intenté empujarlo, pero no logré moverlo.
Hace un momento estaba encorvado, tosiendo, con el aspecto frágil de alguien todavía herido.
Ahora, en cambio, se sentía sorprendentemente fuerte y me apretaba con una fuerza que ni parecía suya.
Por más que lo empujé con todas mis fuerzas, no se movió ni un milímetro y siguió abrazándome. Su lengua, hábil, se abrió paso entre mis labios y entró poco a poco.
Mi mente quedó en blanco. Hasta el rencor que sentía pareció deshacerse en sus labios.
Con esos besos apasionados, mi cuerpo entero se relajó.
Casi no podía mantenerme de pie y quedé apoyada, blanda, en su pecho.
Sus b