Mateo apretó los labios.
Me miró un buen rato antes de hablar, y su voz salió ronca:
—Piénsalo… es un regalo entre amigos normales —dijo.
—¿Amigos normales? —me burlé.
—No creo que pueda ser una amiga normal de un hombre con el que tengo tanto pasado. Y además, ¿ya olvidaste que estamos casados? Si quieres ser solo mi amigo, primero rompe ese vínculo.
Mateo tembló un poco, y su mirada se volvió amenazante de la nada.
Me preguntó en voz baja:
—¿Quieres romperlo?
Sentí una irritación difícil de explicar.
Él es el que quiere distanciarse, el que dice que quiere ser solo un amigo normal.
No quiere el vínculo matrimonial entre nosotros.
Entonces, ¿por qué me pregunta a mí? ¿Por qué vuelve a poner el problema en mis manos?
Hace parecer que soy yo la que lo abandona, la que traiciona su amor.
Pero está claro que el que se retrae es él, ¿no?
Mientras más lo pensaba, más crecía mi enojo.
Apreté la mano y le dije con tono sarcástico:
—Claro que quiero. Así cumples tu deseo de ser amigos normales