Escuché la promesa de Carlos y me reí, sin tomarla en serio.
Él quiere tanto a Camila que ya no distingue el bien del mal. Ni le importó la muerte de su mamá y parece dispuesto a dar la vida por Camila.
Con lo mucho que la encubre, ¿cómo voy a creer que se vengaría por mí?
—Aurora, por favor, dime qué pasó anoche. ¿Qué problemas tuviste con Mateo?
Carlos volvió a preguntar.
Le contesté, con tono seco:
—¿Qué pasa? ¿Camila te mandó a espiarme, a ver qué hay entre Mateo y yo?
—Aurora…—dijo Carlos y suspiró, ya irritado. —¿Por qué siempre piensas lo peor de mí? Solo me preocupo por ti.
—¿Preocuparte? —respondí con sarcasmo. —Cuando Camila me tendió una trampa y me acusó sin razón, ¿estabas preocupado? Así que, hermano del alma, no necesitas fingir conmigo. En serio, me das asco.
—Aurora, ¿por qué tienes que decirme eso? —su voz sonó herida.
Solo sonreí, miré el techo y me reí con amargura.
Falsos. Todos ellos, falsos hasta el extremo.
Carlos intentó decir algo más.
Impaciente, le hablé:
—B