¿Esposo? Esa palabra... dicha así, en ese momento, saliendo de sus labios.
Estaba borracha, sí, pero no del todo perdida.
—¿Me dejas besarte... o no? —insistió Raina.
Normalmente era fría, distante. Pero ahora estaba distinta: más blanda, más suave. Algo duro en ella se había aflojado y, debajo, quedaba solo el calor. Al mirarla así, también a él se le movía algo por dentro.
—¿De verdad quieres besarme? —preguntó él.
Apenas escuchó eso, la suavidad en los ojos de Raina se evaporó. Una sombra de fastidio le cruzó la mirada.
—Ya no quiero —soltó.
Y encima lo empujó, dándose la vuelta.
Cambió de humor de un segundo a otro.
Se había cansado de que él le diera vueltas. Y sí, también tenía carácter. Esa era la Raina real.
Él la había conocido años atrás, cuando era asistente: tragándose la rabia, esperando horas enteras solo para poder decir una frase. Aguantaba todo... no se quebraba.
Pero esa no era toda ella.
Esta también lo era: una mujer con genio, con caprichos. Y, aun así, capaz de gu