Raina no se había equivocado. Eran ellos.
Los dos hombres caminaban con tranquilidad, sin prisa, como si estuvieran disfrutando de un paseo nocturno. Sus estilos eran distintos, pero ninguno dejaba de imponer presencia.
—Señor Franco, ¿por qué no hace un sacrificio y me lo vende? —dijo Iván, sin rodeos, tomando la iniciativa.
Diego ya había investigado lo del collar: el dueño era Jayden.
—Es un collar cualquiera. Desde el principio pensaba donarlo a la subasta. No le tengo ningún apego. Si le gusta, se lo regalo y listo —respondió Jayden, directo.
Iván soltó una media sonrisa, cargada de burla.
—Señor Franco, usted y yo aún no tenemos tanta confianza —dijo—. Mejor pongamos un precio claro. Yo mantengo la cifra con la que pujé. Además... —hizo una breve pausa—, es un regalo para mi esposa. Si no acepta el dinero, entonces ¿al final cuenta como un regalo mío... o como suyo?
No dijo mucho, pero el mensaje estaba claro.
Jayden lo miró. Sus miradas se cruzaron en el aire: una oscura, imposi