Unos años después
Islas Phi Phi
Cristal
La boda había marcado otra etapa en nosotros; fue más que el símbolo de nuestra unión. Fue sentir que, por fin, podíamos abrazar esa paz que durante tanto tiempo nos había sido negada y, al mismo tiempo, compartir ese día con nuestra familia. Aquellos días habían sido especiales: risas, bromas y, claro, algunos pedidos de que regresáramos a Londres, sobre todo cuando supieron de mi embarazo.
Sin embargo, una de esas mañanas, antes de que llegara la locura de la familia, apenas abrí los ojos y vi a David en el balcón, con la vista perdida hacia el mar, y supe que algo lo inquietaba. Rodé hacia el borde de la cama, acomodé la bata y caminé hacia él.
—Hola, amor, ¿ya despierto…? ¿En qué piensas? —pregunté, apoyando suavemente una mano en su espalda.
—Buenos días, mi leona —respondió, dejando un beso fugaz sobre mis labios—. No hemos tenido nuestra luna de miel y sigo pensando cómo solucionarlo.
Negué con la cabeza, soltando un pequeño suspiro.
—Est