Damián Webster.
Una niña. Mi niña.
No podía estar más feliz, más emocionado y al mismo tiempo sufriendo una inmesan agonía al saber que tan solo un fallo mío podía dañar a lo único que amaba en la vida.
Dí un trago a mi vaso y me obligué a tirar los malos pero realistas pensamientos lejos de mi cabeza.
Ya habría tiempo de pensar en eso, hoy sólo quería culminar el día tan alegre como lo estaba desde que supe que en tan solo meses estaría acunando a mi pequeña muñequita en brazos.
—Tenemos una vida de mierda— la voz de Hansel me sacó de mis pensamientos. Estaba algo borracho al igual que yo, y es qué no habíamos parado de beber alcohol desde qué décidimos tomar un solo trago para celebrar que próximamente tendría una hija.— Una maldita vida llena de peligros para nosotros e indirectamente para las personas a nuestro alrededor.— bebió lo último que quedaba en su vaso y un poco tambaleante tomó la botella de cristal y llenó nuestros vasos.— pero amigo, no debemos quejarnos mucho.
Fruncí