—Debemos irnos ya.— volvió a decir Damián por milésima vez en la hora que estábamos aquí.
Pusé los ojos en blanco. Juro que en ocasiones me provocaba golpear su hermoso rostro.
—No me iré aún.— sentencié enojada, y es qué desde hace rato le estaba diciendo que no me iría hasta ver al pequeño.
Nos encontrábamos en el hospital, hace aproximadamente dos horas recibí una llamada de Cam diciéndome que su bebé por fin había decidido nacer. Enseguida le dije a Damián que vendría a acompañar a mi amigo, pero él como digno niño malcriado insistió en acompañarme y ahora estaba ansioso por irse.
—Ámbar a las ocho debemos cenar con...
—Lo sé— en serio estaba empezando a molestarme— sé que tenemos que cenar con tu socio, pero aún es temprano.
En estos dos meses el negocio del que me habló, había empezando. En más de dos ocasiones tuvo que viajar a Los Ángeles, pero en vista de que eran viajes cortos nunca lo acompañé. Está vez fué el turno de su socio venir a Seattle, y antes de verse el lunes en