Un movimiento brusco hizo que abriera mis ojos rápidamente para ver el cuerpo de Damián desaparecer con desespero a través de la puerta del cuarto de baño. Me incorporé en la cama hasta que quedé sentada sobre la el cómodo colchón.
Con mis manos hechas puños restregué mis somnolientos ojos, para luego evaluar con atención el lugar.
Era mucho más pequeño que nuestra habitación, pero eso no quitaba que fuese tan elegante y bonita como toda la casa. Por el ventanal se colaba la opaca luz del sol, quizás a penas estaba amaneciendo.
Dejé de mirar por el ventanal la copa de los árboles del bosque cubiertos de blanca y fría nieve, cuando extraños sonidos en el baño, me hicieron fruncir mis cejas y mirar a la puerta del lugar.
Estaba vomitando, podía escuchar sus arcadas.
Sin esperar más me levanté rápidamente de mi lugar y corrí al baño, abrí la puerta y lo primero que ví al entrar fué a mi rubio de rodillas frente al retrete.
Aún estando en esa posición, tenía que encorvarse para asegurar q