El murmullo del Blue Heaven era distinto aquella noche. El bar, vestido de luces cálidas y con el aroma a madera y whisky flotando en el aire, parecía contener una energía nueva. No era solo la música suave que acompañaba el vaivén de las conversaciones; había una chispa de expectativa que se deslizaba entre las mesas como un rumor invisible.

Aria ajustó su uniforme detrás de la barra, tratando de disimular el temblor en sus manos. Hacía cuatro días que Rowan había pronunciado aquellas palabras bajo la marquesina del teatro. Cuatro días que se sentían irreales, como si el mundo hubiera girado más rápido de lo habitual. Y ahora, todo era oficial: tenían fecha de boda. Faltaban ocho meses exactos, un número que a ella le parecía inmenso y demasiado breve al mismo tiempo.

—¿Estás lista? —preguntó Sophia, colo