Aria despertó sobresaltada, como si emergiera desde el fondo de un sueño denso y pesado. El cuerpo le dolía por haber dormido vestida con el uniforme, y por un instante no recordaba en qué momento se había dejado caer sobre la cama. La luz tenue que se filtraba por las cortinas anunciaba que la mañana ya llevaba horas avanzadas, quizás había pasado el mediodía. Tardó un segundo en ubicarse, hasta que la realidad la golpeó de lleno.
Recordó la conversación con Demian en la playa, y lo que sintió cuando escuchó la palabra más oscura que oyó en su vida: vampira. Aún no podía integrar que seres oscuros de la fantasía humana, no eran tanto. El estómago se le contrajo y sintió un frío desagradable recorrerle la espalda. Se sentó lentamente, apoyando las manos sobre el colchón, mientras intentaba acomodar su respiración.
—Aria… ¿estás despierta? —La voz de Sophie llegó desde la puerta que se encontraba entreabierta.
Aria levantó la mirada. Sophie estaba apoyada en el marco, con expresión pre