Los grandes ventanales del cuarto de estar dejaban ver perfectamente la situación. La explosión fue en la piscina y en el árbol que hacía sombra en una esquina, había dos muñecos tamaño humano que parecían vudús, colgando de la cabeza.
Temblorosa, salí junto a Nicholas, tomada de la mano y no encontramos a nadie. Solo divisamos a lo lejos a las cuatro personas encargadas de seguridad que venían corriendo hacia nosotros.
Rápidamente ellos revisaron el lugar y explicaron que no había cámaras de seguridad funcionando. Todas estaban con los cables cortados y muchas de ellas completamente destrozadas.
Nicholas pidió a seguridad que revisaran los vídeos de lo ocurrido antes de que fueran manipuladas, quienes con paso rápido fueron a trabajar en lo ordenado.
Mi celular empezó a sonar con mensajes entrantes. Miré a Nicholas quien me quitó el teléfono y lo tiró a la piscina sin siquiera ver de quién era.
—¡Se acabo, Emilia, hay que llamar a la policía! —exclamó, enojado.
—No, no puedes ha