𝓔𝓵 𝓭𝓮𝓼𝓬𝓪𝓷𝓼𝓸

El equipo médico me examinó. No estaba lastimada, pero si choqueada con todo lo que había ocurrido en las últimas horas. Nicholas no se separó de mí en ningún momento, hacía preguntas a los médicos y ellos amablemente le respondían todas sus dudas.

Nos fuimos a casa y mi boca no era capaz de decir ni una palabra. Me sentía como una verdadera mujerzuela. Si Nicholas se enteraba de lo que había hecho en ese lugar, no me lo perdonaría jamás.

El personal de aseo me recibió con abrazos y felices con mi regreso, pero mi cara decía más que cualquier palabra. Quería acostarme y no saber nada más del mundo.

Llegué a nuestra cama y me ahogué en llantos.

—Cariño, tranquila, estás en casa. —Me abrazó.

—Tengo que contarte algo. Si no me quieres perdonar lo entenderé. —Agaché la mirada.

—¿Te hizo algo que no me has dicho?

—Él no. Yo sí.

—¿Te acostaste con él?

—No. Le hice sexo oral. Estaba asustada. El sexo siempre lo tranquilizaba. Creí que así...

—Ojalá ese imbécil se esté pudriendo en el infiern
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