Rutinas Inesperadas
El sol entraba a raudales por los ventanales de la villa, bañando de oro los pasillos del ala este. Serena había despertado temprano, incapaz de conciliar un sueño profundo después de la cena y de la inquietud que aún le recorría el cuerpo. Decidió bajar al jardín antes de que todos se levantaran, convencida de que un poco de aire fresco la ayudaría a ordenar sus pensamientos.
Vestía con sencillez: una blusa de lino blanco y unos pantalones claros, el cabello suelto y húmedo aún por la ducha. Caminaba en silencio, observando la luz que se filtraba entre los cipreses, cuando la puerta que conectaba con el ala de trabajo se abrió.
Dante apareció.
Llevaba un traje impecable, la chaqueta sobre un brazo y el maletín en la otra m