El chófer apenas notó entonces que en los ojos de Sofía no había ni rastro de una sonrisa.
Sintió un escalofrío en el pecho, pero luego pensó:
¿Y qué? Al final, esta señorita de los Valdés no es nada importante. Señor Rivera hace con ella lo que quiere.
—Señorita Sofía, no crea que por tener contenta a la señora mayor ya tiene todo resuelto. A nuestro señor no le gustan esas señoritas ricas con mal carácter. ¡Mire a la señorita Mariana, tan dulce y educada! Si usted no se pone las pilas, ese puesto de señora de los Rivera se lo van a quitar —dijo con suficiencia.
Él sabía que a Sofía lo que más le importaba era ese título de esposa del señor Rivera… y aún más, Mariana.
De lo contrario, no habría intentado imitarla antes solo para ganarse el afecto de Alejandro.
Pero justo cuando pensó que la tenía dominada, Sofía le soltó una orden con voz fría como el hielo:
—¡Detén el auto!
El chófer pisó el freno de golpe, sobresaltado.
—Señorita…
Antes de que pudiera terminar, Sofía ya había abiert