Pero esta vez, Mariana había calculado mal.
Sofía sí tenía pruebas.
A su alrededor, los estudiantes se agolpaban, cada vez más numerosos, ansiosos por saber qué clase de evidencia guardaba en la mano.
De pronto, Sofía sacó un USB. Las miradas se clavaron en el pequeño objeto.
—¿Un USB? ¿Y eso qué prueba?
—Seguro está bromeando, ¿qué evidencia va a ser esa?
…
Mariana se adelantó con sorna:
—¿Quieres decir que escondí acordeones en ese aparatito y luego copié en la computadora del aula? No inventes.
—Por supuesto que no —respondió Sofía—. Aquí adentro está la grabación de la cámara que coloqué desde temprano frente a la oficina de los maestros vigilantes. Y en ella se ve clarito cómo los miembros del consejo estudiantil entran a modificar los exámenes, violando el reglamento.
—¡Sofía Valdés! ¿Cómo te atreviste a instalar una cámara frente a la oficina de los maestros? ¿Estás loca? —Mariana ya no pudo contenerse.
Era verdad que aquella noche habían cortado la electricidad para evitar que