—Solo porque las respuestas se parecen, ¿ya van a decir que hice trampa?
En ese momento, Mariana estaba sentada en la oficina del director.
El director lucía incómodo.
Con cualquiera otro, la situación sería diferente; pero la joven frente a él era nada menos que la mujer consentida de Alejandro Rivera.
Con tono paciente, abrió la boca:
—Señorita García, créame que yo tampoco quiero sospechar de usted. Sin embargo, alguien ya subió pruebas al foro de la universidad, y la escuela no puede hacerse de la vista gorda. Esto es solo un procedimiento. Usted es la presidenta del consejo estudiantil, estoy convencido de que jamás cometería una falta tan grave contra el reglamento.
El director la defendía sin reservas.
¿Y qué si de verdad había copiado?
Mariana no era como los demás.
Mientras no hubiera pruebas irrefutables, ella terminaría graduándose de su mano.
Al escuchar esas palabras, la tensión en el pecho de Mariana por fin se relajó.
Por lo menos, gracias a Alejandro, el director no