Sofía, que acababa de soltarse el cinturón, por poco se estrella la cabeza con el respaldo por el jalón inesperado.
—Te sugiero que te lo vuelvas a abrochar. Si no, en un rato vas a traer conmoción.
—¡Tú…!
Ante la advertencia de Elías, Sofía se aseguró el cinturón casi de inmediato.
Las patrullas no se esperaban que Elías rompiera el cerco.
Cuando su carro volvió a la vía de circulación, salieron más unidades y lo rodearon, provocando un embotellamiento severo.
Era pleno centro de Ciudad Brava: si algo pasaba ahí, al día siguiente sería portada.
Al ver cómo las patrullas cerraban por todos lados, a Sofía solo le cruzó una idea por la cabeza: se acabó.
Bien y bonito se había metido con un figurón.
Los cláxones sonaban por todas partes; todos pitaban para que Elías se hiciera a un lado.
Las patrullas ya intentaban forzar las puertas.
Sofía miró los rostros pegados a los cristales y se le encogió el estómago.
Solo pedía que aquello no creciera y no terminara en la nota roja.
En las