Capítulo 355
Sofía seguía comiendo, tranquila y con método.

—El resultado —dijo por fin Elías, retirando la mirada— es que no hubo resultado.

Sofía soltó el aire en silencio.

Ya sabía que a Elías le gustaba hacerse el enigmático.

—Nada gracioso, nada —rió forzado Leonardo Rivas—. A Elías le fascinan los chistes fríos. Señorita Valdés, ni lo tome en cuenta.

—¿Cómo cree?, no me molesta.

Sofía dejó los palillos.

—Ya se hizo tarde. Mejor me voy.

—¿Tan pronto? —Leonardo se puso de pie—. ¿No se queda un rato más?

—No, mañana tengo examen. Prefiero descansar. Gracias por la pomada, doctor Rivas. Me retiro.

Sofía se puso el abrigo. En ese momento, Elías dejó también los palillos.

—Te llevo.

—No hace falta.

—¿Vas a salir caminando sola?

Sofía no había llegado en carro; sin Elías no encontraría la salida.

—Entonces le tomo la palabra, señor Casanova.

A la puerta de la casa, Elías le abrió el carro.

Pensó Sofía que, para ser él, vaya si era caballeroso.

Subieron. Emprendieron la marcha en silencio.

Sofía s
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