Capítulo 354
—¿Quién compró la limonada? —preguntó de pronto Elías.

—Yo la compré —dijo Leonardo con toda naturalidad—. Si comemos con una chica, pues nada de alcohol. Imagínate, tres machos tomando de más y diciendo tonterías.

El silencio se dejó caer un segundo.

—Yo soy el primero en cuidar la seguridad de una mujer —añadió Leonardo—. Quédese tranquila, señorita Valdés: aquí está más que segura. Hasta puede quedarse a dormir a gusto cuando terminemos. Nadie la va a molestar.

—Qué pena, mejor no —Sofía miró a Elías—. Prefiero no dar molestias.

—No se preocupe, señorita, de todos modos no le preparamos cuarto —soltó de golpe Bruno.

El ambiente se enfrió al instante.

Bruno ni cuenta se dio de su desatino hasta que levantó la vista y encontró la mirada fulminante de Leonardo.

Se preguntó si había metido la pata.

Miró de reojo a Elías, sentado a su lado.

Al fin y al cabo, seguía instrucciones del jefe.

—Por cierto, señor Casanova —dijo Sofía—, ¿para qué me llamó esta vez? ¿Solo para darme este ungüe
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