Sofía bajó la mirada al mandil que Elías le había amarrado a la cintura y se quedó un segundo pasmada.
Cuando volvió en sí, Elías ya se había hecho a un lado para seguir picando.
Afuera de la cocina, Bruno y Leonardo se fueron a la sala como si nada, echando la plática.
Sofía no pudo evitar darle otra escaneada.
Él estaba metidísimo con el cuchillo.
El perfil de Elías era impecable; de por sí habla poco, pero en la cocina se pone bien serio.
Bueno, no solo en la cocina.
Siempre que trabaja, le mete cabeza.
Nomás que, cuando no hace nada, trae esa vibra de “ni te me acerques”.
—¿Ya viste lo que querías?
La voz de Elías la regresó.
Sofía carraspeó leve.
—Es que… te vi algo en la cara.
Elías no dijo nada. Sofía aprovechó y le dio una palmadita en la mejilla. Fue un instante, pero él se quedó tieso.
La harina que traía en los dedos le manchó el costado de la cara.
Bruno iba a meterse al ver la escena, pero Leonardo lo detuvo con el brazo.
—Alto ahí. Están coqueteando, ¿o no ves? Tú ni te