Sobre todo tratándose de la mujer que le había arrebatado a Mariana el gran amor de su vida, Leo seguramente deseaba verla humillada.
—Estoy bien, solo fue una broma entre compañeros —respondió Sofía, ansiosa por alejarse cuanto antes de él.
Pero cuando se disponía a marcharse, Leo volvió a interponerse en su camino:
—¿De verdad no me reconoces? ¿No te suena en lo absoluto quién soy?
Sofía lo miró a los ojos, tan sinceros, y enseguida negó con la cabeza.
—Lo siento, de verdad no te conozco.
Al escucharla, Leo se quitó la mascarilla. Su rostro, perfectamente proporcionado, era el mismo que deslumbraba en las pantallas.
Como actor de origen chino triunfando en el extranjero, aquella cara era casi un emblema.
Pero para Sofía no había sorpresa: era idéntico al Leo de su vida pasada. Lo había reconocido desde el primer instante. Por eso, su expresión permaneció impasible.
—Soy Leo Blanco. ¿De veras no te acuerdas de mí, Sofía? —preguntó con una sonrisa ligera, casi burlona.
—¿Me estás dicie