Después de entrar en la Universidad de Finanzas, Sofía dedicó todo su tiempo y su energía a Alejandro, sin preocuparse por estudiar en serio.
Ni siquiera sabía en qué nivel estaba su preparación académica.
Solo recordaba que Mariana era brillante, y por eso Alejandro la quería a ella.
En cambio, Sofía, que se limitaba a imitarla, no era nada.
Elías notó en sus ojos la sombra de la autocrítica y dijo con calma:
—Tu letra ya está bastante bien. Con práctica regular bastará. Esta noche quédate aquí, no tienes que volver a tu casa.
—¡Espera! —Sofía lo miró incrédula—. ¿Cómo que no tengo que volver? ¿Quieres que me quede a vivir aquí?
—¿Y cuál es el problema? —replicó Elías con frialdad, consultando el reloj—. Fíjate la hora. Nadie va a perder tiempo en llevarte.
—Puedo regresar sola.
—En mi casa está prohibido pedir coche.
Sofía frunció el ceño.
—¿Y esa regla?
—Ya sabes que he matado a muchos en el extranjero. También tengo enemigos. Si descubren dónde vivo, sería un desastre. Así que, p