Lo que acababa de decir Lidia era una clara insinuación: Tomás no tenía el nivel para estar en ese lugar.
El rostro de Luisa se tensó apenas oyó la frase.
Pero Lidia no lo había dicho con mala intención. Sin prisa, con esa elegancia que le era natural, agregó:
—Aunque no conozca mucho el lugar, hoy tendrá tiempo de sobra para familiarizarse. Escuché que son contadas las personas en la ciudad que pueden reservar el salón del Hotel Real. Eso demuestra que el joven Valdés tiene un futuro brillante por delante.
Con esas palabras, supo cómo salvar la situación con sutileza.
Sin embargo, Tomás no dejó de notar el desdén en la mirada de Lidia, la forma en que lo miraba como si fuera inferior, como si no mereciera ni un segundo de su atención.
Desde un poco más lejos, Sofía observaba la escena con detenimiento.
A ojos ajenos, Tomás parecía conversar alegremente con Lidia. Pero Sofía sabía bien que una mujer como Lidia jamás se interesaría por alguien como él.
Si no fuera por Alejandro, la fam