La ropa de Sofía estaba completamente arrugada tras lo ocurrido la noche anterior.
Al verla así, Alejandro le arrojó despreocupadamente una camisa blanca.
Sofía la tomó y se dirigió directamente al baño.
A través de la puerta semi-transparente del baño, la silueta delicada y seductora de Sofía se proyectaba levemente. Alejandro, que había logrado calmarse, sintió de nuevo que el fuego dentro de él se avivaba sin control.
En ese momento, comenzó a sonar el agua.
Aunque intentó mantenerse sereno, no pudo evitar distraerse con ese sonido constante.
Cuando Sofía salió del baño, vio a Alejandro sentado en el sofá, fingiendo leer el periódico.
—Me terminé tu gel de baño, ¿tengo que compensártelo?
—No soy tan miserable como para reclamarte por una botella de gel.
Alejandro se levantó, y al girarse, vio que Sofía llevaba puesta su camisa.
Ella tenía una figura esbelta y alta, con unas piernas increíblemente largas. La camisa apenas le cubría hasta la parte alta de los muslos, dejando esas pier