Aquel rostro... sí, así de perfecto. Usar palabras como encantador, arrollador, capaz de volver loco a cualquiera no era ninguna exageración.
Pero para Sofía, los tipos guapos eran como nubes pasajeras. Nada que un comentario de Mateo no pudiera disolver en segundos.
En ese instante, Leo se quedó parado en seco y se quitó los lentes oscuros.
Su celular vibró de nuevo: era otra llamada de Mariana.
—¿Ya llegaste?
—Estoy frente al Edificio Uno —respondió Leo sin apartar la vista del punto donde Sofía había desaparecido.
No pasaron ni dos minutos cuando Mariana salió por la puerta principal.
—¿La chica de hace rato… era Sofía Valdés?
Leo la había visto antes. En este círculo social, los hijos de las familias poderosas crecían prácticamente juntos. Los Blanco y los Valdés estaban en el mismo nivel cuando eran niños. Jugaban, se veían en eventos, compartían vacaciones.
Pero desde que Leo había empezado su carrera como actor infantil, nunca más la volvió a ver.
Sospechaba que Sofía tampoco lo