Era casi un guion clásico, de esos que se repiten una y otra vez.
Después de varias rondas de tragos, Julián le dio una palmada en el hombro a Alejandro.
—Voy al baño, regreso en un segundo.
Tenía el rostro ligeramente enrojecido por el alcohol. Alejandro no dijo nada.
A su lado, una de las chicas, sin mucho tacto, se le acercó coquetamente.
—Señor Rivera...
Pero con una sola mirada suya, la sonrisa de la mujer se congeló en el rostro. Ya no se atrevió a dar un paso más.
—Señor… yo no sé tomar… —dijo de pronto una voz femenina, débil, como de quien no encuentra salida.
Alejandro giró la cabeza. Una joven estaba siendo obligada a beber por uno de los empresarios. El tipo la sujetaba del hombro mientras inclinaba la copa hacia sus labios.
El licor resbalaba por el cuello desnudo de la mujer, empapándole la blusa ligera, dejando ver un poco más de lo que debía. Solo entonces Alejandro se dio cuenta: la chica era Lola Hernández.
Ella parecía completamente desbordada, sin saber cómo librars