Capítulo 131
—¿Quién lo vio? —preguntó Elías con un tono de interés juguetón—. Me gustaría verlo con mis propios ojos.

En su mirada se dibujaba un brillo peligroso, una amenaza apenas contenida.

Ya fuera en el extranjero o en esta ciudad, pocos se atrevían a ignorar el nombre de Elías.

Alejandro lo sabía bien. Incluso si mandaban llamar ahora mismo a Lola, ni ella se atrevería a señalar con el dedo a Sofía y a Elías por haber entrado juntos a un hotel.

A su lado, el secretario Javier se acercó y murmuró:

—Señor Rivera, hemos revisado todo el lugar. No hay rastro de la señorita Sofía.

—Entonces sigan buscando —ordenó Alejandro, con voz helada—. Este hotel no es tan grande. No me digas que puede desaparecer así como así.

—Sí, señor —respondió Javier, y enseguida organizó a más personal para continuar con la búsqueda.

A Elías, sin embargo, el asunto no parecía quitarle el sueño. Se giró con indiferencia:

—Entonces, suerte con eso, señor Rivera. Yo me retiro.

Dicho esto, pasó su tarjeta y entró tranqui
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