—Parece que el señor Rivera no tiene pruebas, así que deje de interponerse. Tenemos clases a las que llegar.
Justo cuando Sofía intentaba escabullirse, Alejandro le sujetó el brazo con firmeza.
Sofía bajó la mirada hacia la mano que la retenía, frunciendo el ceño.
—Señor Rivera, por favor, mida sus acciones. No recuerdo haber firmado un contrato de esclavitud con su familia.
Y sin darle oportunidad de responder, tomó a Luna del brazo y se marchó con ella.
Alejandro quedó un instante paralizado.
A su lado, el secretario Javier no pudo evitar comentar:
—¿Y si… realmente la estamos juzgando mal?
Alejandro apretó los puños. Fuera o no un malentendido, la actitud de Sofía acababa de cruzar un límite que no estaba dispuesto a tolerar.
—Ve a preguntarle a Lola qué está pasando realmente.
—…Sí, señor.
Javier subió las escaleras apresuradamente con un par de personas detrás.
Alejandro se frotó el entrecejo, mostrando un cansancio que rara vez dejaba ver.
Mientras tanto, Luna no salía de su asom