Capítulo 111
El gesto cercano y casi íntimo entre Sofía y Mateo no tardó en entrar en el campo visual de Alejandro.

—¡Sofía Valdés! —una voz grave, cargada de rabia contenida, se coló directo en los oídos de Sofía.

Al girarse, lo vio acercarse con el ceño fruncido, los pasos firmes y el rostro tan oscuro como la tormenta.

—Parece que ya te cayó encima —susurró Mateo, con un deje burlón.

—No se emocione tanto, señor Ruiz —le respondió Sofía en voz baja, sin perder la compostura—. Si yo caigo, no crea que usted va a salir bien librado.

Mateo esbozó una sonrisa ladeada. Había algo en esa mujer que siempre le divertía.

Alejandro llegó hasta ellos. Sus ojos no tardaron en fijarse en la caja del collar que aún reposaba en las manos de Sofía.

—Vaya, qué generoso es el señor Ruiz. Gastarse ciento cincuenta millones para comprarte una joya… qué detalle.

—Tampoco es para tanto —respondió Sofía con tono ligero, levantando el collar—. Aunque, si mal no recuerdo, a usted también le gustaba bastante este collar.
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