101: Domador

¿Fue Sophia o fue su querida esposa quien experimentó las dichosas fantasías a puerta cerrada en la oficina?

La pregunta era fácil, con una respuesta también fácil, porque a Leonardo le pareció que Alessa tenía muy claras imágenes de las actividades sexuales que podrían practicar entre esas cuatro paredes.

—Entonces, dime, eh —insistió él, presionando un puño sobre la madera del escritorio, mientras la observaba atentamente, porque no era idiota ni tampoco había nacido ayer como para fingir que no sabía lo que ya sabía a la perfección. Al final de cuentas, seguía siendo un hombre de experiencia y la experiencia reconoció las señales subliminales que ella envió, a propósito o no.

—¿Que te diga qué? —Alessa se desentendió de la insinuación con gran inocencia. ¿Verdadera? ¿Falsa? Leonardo no podía asegurarlo, pero podía apostar que tenía suposiciones acertadas.

—Si las fantasía son de ella o son tuyas, pequeña rojiza —le dijo muy casualmente, jugando un poco con las cartas que le present
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