Punto de Vista de Elena
Abrí los ojos y vi el techo blanco de la habitación del hospital. Esos pitidos los conocía bien... había vuelto.
Mi vida se había vuelto un caos. La pelea con Tomás me había agotado por completo, dejándome cada día más débil.
Ahora que sabía por qué no era la misma desde que desperté, una extraña calma me invadió y estaba bien así.
Había tomado esa decisión siendo una tonta de 16 años y ahora pagaba las consecuencias. Por alguna razón, la Diosa Luna no me llevó entonces, y siempre me preguntaría si fue para que viviera con la culpa antes de llevarme finalmente a casa. Al menos podría despedirme de Tomás, no como la vez pasada.
También tendría la oportunidad de saber qué significaba Carla para mí, pues Tomás ya no podía esconderme nada ni mantenerme alejada del mundo.
—¿Elena? —volteé la cabeza y vi a Fátima mirándome con una sonrisa triste.
—¿Cómo te sientes? —inclinó la cabeza mientras ponía una mano en mi brazo.
—Me duele todo, pero estoy bien. ¿Dónde está Tom