—Siéntate, debes estar hambrienta.
—Sabes que no puedo comer eso. —le gruñí al tomar asiento en la mesa de la cocina, deslizando mis manos por mi cara mientras la caminata nocturna finalmente me alcanzaba. Sabía que debía dormir, pero también sabía que me quitaría la cabeza en cuanto se enterara que había pasado mucho tiempo de haber regresado antes de ir a verlo.
—Te prepararé un café y unas tostadas.
—Gracias. —le sonreí tristemente. Muchas veces, Alma y yo no necesitábamos usar palabras para hablar, teníamos nuestro propio lenguaje que provenía de ser hermanas, a veces ni siquiera usábamos el enlace mental para comunicarnos.
—Necesito informar, luego te ayudaré a preparar a Félix para la escuela.
—Te ha extrañado. Anoche finalmente se durmió cuando lo acosté en tu cama.
—Ah, no me importa.
—Lo harás cuando nuestro compañero tenga algo que decir al respecto. —mi loba gruñó en mi cabeza, su opinión no deseada me obligó a golpear la mesa con la mano... haciendo que Alma saltara.
Para e