—¡Ese chico ha causado un verdadero desastre! —gruñó Papá mientras se acercaba a mí. Me rodeó la cintura con un brazo y casi me levantó en el aire.
—¿Qué estás haciendo? —Carla lo miró en shock.
—Nos vamos, ahora. —resopló papá, levantándome.
—No... no puedo.
—No voy a dejar que ese imbécil me diga qué puedo y qué no puedo hacer con mi propia hija. —papá me elevó con fuerza y me llevó hacia la puerta de la oficina, manteniéndome a su lado.
—Papá, ¿qué estás haciendo? No puedo simplemente irme. —era como un buey, demasiado fuerte para que pudiera luchar contra él.
—Oh, sí puedes. Me gustaría que enviara a sus guerreros tras nosotros, que la alianza se vuelva contra nosotros. —gruñó mientras me sacaba por la puerta principal y hacia el patio. Cada vez que intentaba luchar, él simplemente apretaba más mis brazos.
—Ares, abre la puerta.
—¡No le hagas daño! —gritó mamá mientras Ares abría la puerta trasera del pasajero, aunque me debatía contra el agarre de papá, intentaba proteger mi vient