Pero sabía con certeza que su relación con su madre no había sido tan idílica como la tía Rosa quizá quería aparentar.
—¿Qué está pasando? —me moví para pararme junto a Javier, justo cuando Josi y Lucas entraban a la casa por la puerta trasera, con las toallas envueltas alrededor de sus cuerpos tras nadar en las lagunas.
Tanto Javier como yo estábamos encorvándonos sobre la tía Rosa, mientras ella continuaba sentada en el sofá junto a mamá. El tío Orfeo dio un paso más cerca de su compañera, colocando una mano sobre su hombro desde un lado.
No pasé por alto la forma en que lo apretó de forma reconfortante.
Bajé mi cuerpo, agachándome hasta su línea de visión, y a juzgar por el trago que acababa de emitir, le resultó intimidante que tanto Javier como yo nos cerniéramos sobre ella. Agachado, tomé su mano de su regazo y la coloqué en la mía, ganándome su atención plena.
—Tía Rosa, ¿qué está pasando? ¿Dónde está Clío? —me aseguré de que mi voz fuera suave, cualquier rastro de dominio mascu