—Entonces te unirás a nosotros contra tu voluntad, hija de la Loba Blanca. —los ojos de Alberto adquirieron una mirada escalofriante, algo que nunca pensé que sería capaz de hacer. Distante, frío.
¿La habían lavado el cerebro? Debieron hacerlo, de lo contrario, ¿por qué haría eso?
—Intenté protegerte, Josi, recuérdalo. —me gritó mientras se alejaba, dirigiéndose hacia el hombre que aún permanecía en el centro del grupo.
Una mano se posó en mi hombro, empujándome hacia abajo con fuerza. Eran seis contra uno, podía hacerlo, podía luchar contra ellos. Empujé su mano lejos de mí, la ira de mi loba ardía a través de mis ojos.
—Vuelve a tocarme y tendrás que prepararte para morir. —mi voz era la de mi loba, baja y amenazante.
Los seis hombres se volvieron hacia su líder, quien tenía una sonrisa arrogante en sus labios. Una inclinación de cabeza fue la única confirmación que necesitaron para continuar, todos dieron un paso más cerca de mí, acorralándome aún más en un pequeño círculo. Tendría