Mis ojos se desviaron hacia Javier, quien sacudía la cabeza, mientras Lucas permanecía tan rígido como yo, sus ojos saltando entre Lobo y el doctor Alberto. Sus manos se aferraban al borde de la mesa.
—Puedo hacerlo sola, gracias por traerlo, doctor. Volveré al trabajo mañana. —Sonreí, mientras Lobo seguía protegiéndome, vergonzosamente, del buen doctor. Sus gruñidos continuaron hasta que el doctor salió por la puerta principal.
—Lobo... a veces das mucha vergüenza. —Me incliné lo más que pude, pasando los dedos por la parte superior de su cabeza.
—Diría que él lo ha notado... —El comentario de Javier me alcanzó desde atrás.
—¿Notado qué?
—Oh, vamos Josi... ¿en serio? —Giré en el taburete para ver a Javier poner los ojos en blanco mientras se levantaba, llevando su tazón ahora vacío al fregadero.
—¿Qué?
—Tan ingenua. —Javier pasó junto a mí, dejando un beso en la parte superior de mi cabeza antes de sacar su teléfono y dirigirse a las escaleras.
—¿Qué? —me volví hacia papá, quien se ri