Punto de vista de Carla
Esos cuerpos... esos esqueletos llevaban allí mucho tiempo, quizás años. ¿Eran los restos de los miembros de la manada que habían sido asesinados en el ataque del cual yo había logrado escapar cuando tenía 16 años?
Mi loba se agitó. Si era cierto, esa era nuestra gente. La manada de mis padres... la manada de mi madre.
¿Cómo pudieron ser asesinados con tal frialdad?
—Héctor... estos restos parecen llevar aquí un buen tiempo. ¿Crees que son de ese ataque del que mi padre me hizo huir? —Susurré.
Hablar con una voz normal parecía profano ante ese entierro improvisado... ni siquiera era un entierro.
—Podrían serlo, pero si los atacantes no se quedaron para tomar la manada, ¿por qué Bruno no regresó a enterrar a su gente y, más importante, a reclamar tus tierras? Héctor tenía razón. Sentía la inquietud de mi loba, algo olía mal.
—Quiero darles un entierro digno, se lo merecen. —Los abandonaron con tanta crueldad y ni siquiera les dieron un entierro para la Diosa de