Punto de Vista de Carla
Regresé sola, a un hogar que era solamente mío. Esta vez las cosas eran distintas: la manada no me daba la espalda ni me evitaba.
Todos se habrán enterado, porque cada mañana encontraba cestas en mi puerta: pan y pasteles recién horneados, frutas y verduras frescas de sus jardines. Me importaban, y eso significaba mucho para mí, aunque todavía no podía procesarlo bien porque aún estaba curándome.
Cuando me sintiera lista, les agradecería con toda la gratitud que llevaba dentro.
Mi nueva casa no quedaba cerca de los límites de la manada como había pedido, sino junto a la mansión del alfa y la Casa de la Manada.
Héctor insistía en que era la única disponible, pero yo sabía que había casas vacías en las fronteras y no le creía. Me vigilaba de cerca porque si me iba, perdería toda posibilidad de negociar con la Manada del Desierto Ámbar y la oportunidad de sacarla... ¿cómo había dicho? ¿Liberarla?
Ella no era prisionera, yo sí. A ella la amaban el alfa y toda la m