A la mañana siguiente, Alfa Caleb llamó a la joven loba Astrid, quien acudió inmediatamente a su alcoba.
- Alfa ¿Me llamó? … ¡¡OH, por la diosa!!
La joven entró a los aposentos totalmente destruidos, como si un huracán hubiese destruido cada centímetro de aquel lugar.
- Alfa, ¿está usted bien? ¿Que ocurrió aquí?
- Astrid sufrí un atentado, un terrible atentado.
- Pero Alfa… debió usted llamar… ¿Qué clase de atentado?
- Hierba de lobo.
- Oh por la diosa… y la loba… no estará diseminada en medio de este caos ¿O si?
- No, la maldita bruja está encerrada, atada en su habitación.
- Veo que usted ya se encuentra bien… los efectos de la hierba de lobo ya se han disipado…
- Aún no… - dijo el lobo, algo avergonzado - La droga ya no afecta mis sentidos, pero hay algo de lo que aun no he podido deshacerme. Debes ayudarme.
El lobo le incorporó dejando a la luz su enorme miembro a punto de estallar. Astrid abrió los ojos producto de la impresión.
- ¿Qué hierba puede ser capaz de tal efecto? E