Aquel día Emir llevó a Astrid a casa, donde vivían su madre Mara; Fatma, su cuñada y su sobrina Adalet. Ambos entraron. Fatma cocinaba junto a Mara, y Adalet se encontraba cosiendo unos cueros con amarras, que Astrid no logró descifrar en primera instancia.
- Emir, ya has regresado - se acercó su madre con calidez.
- Madre, Fatma, Adalet… ella es Astrid - la atención de las tres lobas se centró en la joven Astrid, quien sintió nerviosismo y presión ante los ojos inquisidores de Fatma.
- Astrid - dijo Adalet acercándose a ella con una sonrisa.
- Hija, ¿Oíste antes hablar de ella? - dijo Fatma con recelo.
- ¡Claro que sí! Ella es Astrid, la curandera real… salvó la vida de nuestra antigua Luna Namar.
- Por la diosa, entra niña… - Dijo Mara, con ojos de reproche hacia Fatma, que no permitía aún el paso a Astrid, ante la situación incómoda que se había formado. Tomó su mano y le permitió ingresar, con una sonrisa.
Mara y Adalet la observaban con felicidad, tratándola como si fuese una