Antonella:

En completo silencio, a excepción del pequeño ruido que hago al levantarme de la cama, me pongo una bata y salgo a ver a Marcus. Él duerme, y aunque debe ir al colegio, no lo despierto porque aún es muy temprano. Me quedo observando su inocencia y decido cumplir la promesa que le hice ahora que soy su madre. Comprometida a que Ambra deje de dañar a mi niño, regreso a mi cuarto, donde Diego, al igual que su hijo, duerme plácidamente. Muero de sueño —pues nos quedamos hasta tarde conversando—, pero me levanto de todos modos.

«¿Conversando o haciéndole los piececitos a los gemelos? —¡Mente sucia! Conversando he dicho».

Me meto a la ducha, porque el propósito de esta desvelada es muy claro: debo hablar con la antigua maestra de Marcus y convencerla de que cuente lo que presenció cuando él estaba en ese colegio, además del comportamiento de Ambra en aquella época.

Una vez lista, con el mismo cuidado que he tenido toda la mañana, salgo del baño para vestirme. Diego sigue descansa