Capítulo 37. Parte 2
Diego:
Me afirmo en el marco de la puerta de la otra habitación mientras observo cómo ha cambiado Antonella desde que la conocí. No puedo dejar de agradecer a Dios por haberla puesto en mi camino. Me acerco con cautela para abrazarla y la envuelvo entre mis brazos, depositando cálidos besos en su frente.
—Amor… —empiezo por decir—, siempre te deseo, me gustas, pero no soy un dios; soy un mortal común y corriente, no un personaje de libros… ¿Puedes esperar a que acumule un poco de energía? —suplico, provocando una gran risotada.
—¡Te amo! —exclama, tomando mi rostro para besarme—. Para mí sí eres un dios… ven aquí.
Antonella sigue riendo y yo solo me maravillo con su luz. Me toma de la mano y nos dejamos caer sobre la alfombra, donde quedamos mirando hacia el techo en silencio, hasta que ella lo rompe.
—Gracias.
—¿Por el orgasmo o por mi sinceridad? —pregunto divertido, mientras se acomoda de lado, apoyando la cabeza en una mano para mirarme a la cara.
—Por ambas —responde—, pero lo di