Antonella:

Me doy el tiempo de mirar hacia la salida del restaurante, y Diego no aparece para darse cuenta de lo sucedido. En el fondo lo agradezco, pues no me gustaría verlo involucrado en este escándalo.

—Antonella —dice Bruno, dirigiéndose a mí, mientras le tiemblan las cañuelas, recordándome que he estado en esa situación muchas veces—. Creo que debemos hablar, vámonos a casa.

Abro la boca ligeramente, dándome el tiempo de mirar hacia la mesa donde está su acompañante, solo que ahora está con David, el hermano de Bruno. Luego miro a mi amiga y a mi hermano, todos esperando a que yo diga algo.

«No ha leído la carta».

—Yo... yo no me iré —suelto de pronto, sintiendo un gran alivio en mi interior, al mismo tiempo en que pongo las manos cubriendo mi cabeza, un gesto que evidencia que fui una mujer maltratada.

—¡¿Qué?! —cuestiona enojado, acostumbrado a que siempre esté dispuesta para él.

—¡Lo que escuchaste! —escupe Cinnia—. Ella no volverá ahora, ni nunca.

—¡Cállate! —exclama Bruno—.